Era un día sábado, ya era de noche, deambulaba y cada tanto tenía que detenerme por las contracciones… Al igual que en mi primer parto, estas no tuvieron consideración y venían casi desde una semana antes del nacimiento; a los 4 días antes del parto eran cada 10 minutos, era imposible descansar, solo dormitaba hasta que llegaba una.
Miraba a mi pareja y solo veía su preocupación, aunque ya nos habían preparado bastante, la protección los supera y al no poder hacer mucho, les desespera.
Cerca de las 12 de la noche, me pregunta – ¿vamos? – Y ya estaba tan cansada y tenía tanto sueño que accedí, solo quería que Agustín naciera pronto. Llegamos a la clínica y nos atendió la matrona de turno, al hacer las respectivas revisiones empecé a botar el tapón mucoso, iba acercándome a los 5 cm de dilatación. Me preguntan por quién es mi médico y doy todas las indicaciones, y ahí es cuando me preguntan: ¿quiere de los partos del Dr. Pizarro? Heee sí, fue mi respuesta (y es lo que quería por supuesto).
Pasamos a una pequeña sala, donde había una camilla de partos, un baño propio. Yo solo camino alrededor del cuarto parándome y cada tanto venía una contracción, las cuales eran cada 3 min y duraban cerca de 40 segundos y mi pareja al lado siempre. Cuando llegó la matrona (Jessica, la esposa del Dr.) nos colocó música instrumental de relajación y atenuó las luces, era perfecto.
Ella se sentaba en un escritorio, donde solo observaba en silencio y atenta a cualquier cosa que solicitáramos. Destaco que mi parto fue libre, caminé, no me colocaron incómodas correas en mi panza que limitaran mi movimiento, bebí una leche (tenía hambre).
Cuando el Dr. Pizarro me revisó iba todo bien, aún faltaba. Mientras él no estaba la matrona monitoreaba a mi bebe cada cierto tiempo.
De las veces que me subí a la camilla para que el Dr. Me revisara, supe que en la última no podría bajarme, a pesar de que quería un parto de otra forma, fue lo que pude hacer, en la forma tradicional y poco práctica terminé dando vida mirando hacia arriba.
Y aquí empieza la magia, el nivel de cansancio era a tal nivel que creo que me quedé dormida entre contracciones, solo soñaba y creía que llovía (supongo que eran los ventiladores de la calefacción) para luego despertar con las dichosas contracciones. Horas transcurrieron.
Me estaba costando bastante trabajo y mi cuerpo solo seguía su propósito, mi mente divagaba, la matrona me indico que me inyectaría oxitocina para fortalecer y aumentar las contracciones ya que de lo contrario habría sido mayor el tiempo del parto.
El parto y el nivel de magia que existe es maravilloso debemos entregarnos, pero nuestra mente nos traiciona en el peor momento. Recuerdo que veía la cara de mi matrona y del Dr. Y solo se miraban, ellos no necesitaban hablar para entender lo que se pedían, yo tampoco podía articular palabra, mantenía una contracción o estaba dormitando, solo sé que era en relación a la oxitocina.
Y es cuando puede suceder lo peor, sentir miedo. Pero solo fue una fracción de tiempo, ya que al mismo momento mi matrona me agarra la mano y me dice: “toca, ya viene” había coronado… y sentí enojo. Sentí enojo porque doliera tanto, quite mi mano.
Mi pareja me dice: “amor, vamos ahí está” escuche la emoción en su voz y puje y fue cuando nació mi bebé, a las 7:07 de la mañana del día domingo. Me lo colocaron inmediatamente en mi pecho, retardo el corte del cordón umbilical, mientras solucionaba ahí abajo todo, recibiendo la placenta o los puntos etc.
Mi bebé lloró, llegó a un mundo silencioso y lleno de luz, pero cuando lo colocaron en mi pecho y le canté junto a su papá, él nos escuchó y cayó. Nos miró con sus ojitos grandes, su piel era clarita y estaba atento a nosotros… lloré mientras le cante y me arrepentí mil veces por sentir enojo unos minutos antes, ese momento fue eterno y hermoso.
Se me partió el corazón cuando me lo sacaron y lloró, su padre lo siguió. Hay situaciones que no se puede saber cómo pasarán, planifiqué, estudié, medité, ejercicios de respiración, hice lo que estuvo a mi alcance para tener aquel parto soñado y sin embargo sentí que había obtenido un 5.
Fue cuando en conversación con el Dr. Pizarro al siguiente control, hablamos y entendí. Yo quise mi parto natural, sin anestesia, sin violencia obstétrica (como la que sufrí en mi primer parto) y lo logré, hay cosas que van más allá y que no están a nuestro alcance, que a veces nos exigimos y somos muy duros con nosotros mismos.
Sin embargo tuve un parto mágico, lleno de emoción, sentimientos encontrados, sentí enojo, felicidad, dolor, SENTÍ y eso es lo que yo quería, escuchar a mi cuerpo y ser testigo de la magia de la naturaleza. Es lo que pude hacer, es lo que yo hice.